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23 de Noviembre de 2016

Estimados Hermanos y Hermanas,

Me dirijo hoy a todos los católicos y personas de buena voluntad, aquí en el condado de Santa Clara.  De manera especial, les escribo a aquellas personas que viven con miedo – miedo de la discriminación, de la deportación, de tener sus familias divididas.

Hay mucha incertidumbre en estas semanas después de las elecciones nacionales.  Y necesitamos responder a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, nuestros vecinos y amigos, y de todos aquellos quienes viven y trabajan con nosotros en este valle de Santa Clara.

Aunque no estoy tratando de ofrecer una esperanza falsa, si deseo asegurarles que la Diócesis de San José está trabajando junto con el condado de Santa Clara y la ciudad de San José y otras agencias, incluyendo Caridades Católicas, para responder al temor de nuestra gente y tomar medidas para defender los derechos humanos de cada individuo, sin importar la etnia a la que pertenezcan, su lugar de origen, o su religión.

El 14 de noviembre, el alcalde Sam Liccardo prometió a todos los que se sienten amenazados de un posible golpe, “Estamos con ustedes, los respaldamos.”  Y añadió explicando “no podemos controlar los eventos en Washington, D.C., pero sí podemos hacer bastante por cuidarnos unos a otros aquí en nuestra casa.”

La Iglesia hace la misma promesa al unirnos en solidaridad y acomañando a aquellos quienes más lo necesitan.  No podemos abandonarlos ni los abandonaremos porque Jesús prometió nunca abandonarnos.

Como una comunidad que profesa esa clase de esperanza en Cristo, nuestra más grande fuerza estriba en nuestra habilidad para unirnos en la oración.  Es lo que el Señor Jesús hizo antes de cada evento grande de su vida.    Ésto es lo que también nosotros debemos hacer para continuar “promoviendo la cultura de misericordia en la que nadie ve a ninguna persona con indiferencia o da la espalda al sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas” (Papa Francisco, Misericordia et Misera).

Por esto, los invito a todos a observar un Día de Oración en el 12 de diciembre, la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.  Por casi 500 años desde que la Santísima Virgen María se apareció a un pobre indígena mexicano llamado Juan Diego, los católicos han pedido la protección y fuerza de nuestra Señora de Guadalupe bajo su título de Patrona de las Américas.

Es en esta imagen de María en la que encontramos alivio, consolación, fuerza y esperanza.  Y es en la unión de nuestra oración con ella, que nos animamos unos a otros para el trabajo que tenemos ante nosotros.

Para que podamos orar juntos, pido a nuestras iglesias que se mantengan abiertas todo el 12 de diciembre, desde Las Mañanitas (o la primera Misa) en la mañana hasta en la noche, como se determine en cada parroquia.

Al orar en ese día bajo la mirada amorosa de Guadalupe, la Madre de todos nosotros, recordemos que “no podemos amar a Nuestra Señora de Guadalupe a menos que amemos al pobre Juan Diego con el compromiso de nuestras vidas”

Para concluir, deseo recordar las palabras de apertura de la Constitución de la Iglesia en el Mundo Moderno, Gaudium et Spes, del Segundo Concilio del Vaticano:

Las alegrías y esperanzas, los dolores y ansiedades del pueblo de esta era, especialmente aquellos quienes son pobres o de alguna manera marginados, estos son las alegrías y esperanzas, los dolores y ansiedades de los seguidores de Cristo.

Sepan que sus alegrías y esperanzas, sus dolores y ansiedades son nuestras, y ofrezco mis oraciones y solidaridad con y por ustedes.  Estamos con ustedes.

Con todos los mejores deseos y con gran interés, me mantengo,

Sinceramente suyo,
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Patrick J. McGrath
Obispo de San José